Hay personas que simplemente no deberían tener perros porque no pueden valorarlos ni adorarlos como se merecen.
Lamentablemente, muchos preciosos caninos crecen en hogares con propietarios que los maltratan y no les brindan cuidado ni afecto.
Benito y Lynch sufrieron la desdicha de vivir con un dueño que no se preocupaba por su salud y felicidad, y que terminó descuidándolos.
Estos dos compañeros encontraron consuelo el uno en el otro y mantuvieron la esperanza de que alguien los rescatara de su situación.
Un día, un buen samaritano se puso en contacto con el fundador de un centro de rescate local y le informó que había dos perros en su vecindario que necesitaban ayuda desesperadamente.
El rescatista se dirigió inmediatamente a la dirección proporcionada.
Al llegar al barrio, el rescatista vio a uno de los perros que estaba buscando. Estaba sentado en el camino, rascándose la piel que le picaba.
La rescatista se acercó lentamente al perro, lo acarició y sostuvo su cabeza entre las manos. El perro, llamado Lynch, la miró con ojos llorosos, suplicando ayuda.
El corazón de la mujer se llenó de tristeza.
Pronto encontró al hermano de Lynch, Benito. Estaba dentro de la casa de su dueño.
Benito se encontraba en igual mal estado que su hermano. Su pelaje muy enmarañado estaba lleno de suciedad y garrapatas.
La mujer de corazón gigante habló con el dueño de los perros. Este permitió que el rescatista se llevara a los perros consigo para ayudarlos. El dueño dijo que quería recuperar a sus caninos después de que se recuperaran.
El rescatista quedó en shock.
Como no quería que los perros volvieran con su descuidado dueño, el rescatista negoció con él. Después de pagar la suma de dinero que pidió, la mujer llevó a los cachorros a su auto.
Benito sonreía como si supiera que estaba despidiéndose de su doloroso pasado.
Lynch yacía en el coche. Mantenía su triste mirada fija en la salvadora. Él y su hermano estaban depositando toda su fe en ella.
La amable mujer los llevó a su rescate. Les dio comida y los cachorros empezaron a comer rápidamente. Estaban hambrientos.
Lynch tenía apenas un año. Su cuerpo estaba infestado de garrapatas y cubierto de heridas.
Empezó a llorar cuando su salvadora comenzó a cuidarlo. Le quitó las garrapatas y lo bañó.
Benito era cinco años mayor que su hermano. El rescatista notó que algo andaba mal con una de sus patas. Estaba cojeando.
El personal de rescate cortó el pelaje de Benito que le causaba picazón y le dieron un baño muy necesario.
El perro estaba asustado y temblaba de miedo.
Sus cuidadores le hablaron con voz cariñosa y le aseguraron que todo estaría bien.
Mimaron a los perros con cuidado, colmándolos de amor y aliento.
Con el paso del tiempo, la piel de los cachorros comenzó a sanar. Se veían mucho mejor.
Benito y Lynch comenzaron a buscar un hogar definitivo, anhelando tener la vida que siempre desearon.
Esperamos que estos cachorros valientes encuentren padres que los atesoren y los amen como siempre han soñado.