Es posible que haya habido un perro pequeño en la acera si alguna vez has paseado por la calle tranquila y serena junto a la casa verde en la calle. Es un espectáculo que nadie quiere ignorar, con ojos tristes y apariencia deshilachada. Representa a una criatura que se ha quedado atrás y sólo está esperando una oportunidad, un poco de agua o algo de empatía.
En esa calle la vida continúa, pero este perro se ha mimetizado con el fondo. Sin embargo, hay un conflicto detrás del silencio de la calle, la mirada tensa del perro y no hay un claro ganador o ganador. Es el conflicto que existe en la vida entre la esperanza y el desánimo.
El perro no tiene voz, sólo un silencio. Su anhelo y ѕᴜffeгіпɡ no se pueden expresar con palabras. Intenta sobrevivir cada día, esperando que alguien se dé cuenta y ayude. Pero quizás la parte más difícil es cuando su eficacia pasa desapercibida, cuando sus súplicas no son escuchadas.
¿Por qué no nos detenemos y prestamos atención a las señales que nos va dando la vida? ¿Por qué la soledad y el sufrimiento de una criatura no son suficientes para despertar la compasión dentro de nosotros?
Cada perro dopado es un valor para la vida y la existencia. Cada animal merece amor y cuidado. Lo importante es que debemos abrir nuestros corazones y encontrar maneras de ayudar, incluso cuando están en silencio.
El perro dopado no es sólo una imagen triste de nuestra sociedad sino también un indicio de nuestra responsabilidad. Sé la gota de agua, la puerta abierta, la esperanza de súplicas mudas y sin palabras. No dejes que se dejen esperar.
Tómate un momento para escuchar, interesarte y compartir amor. Y recuerda, un pequeño acto tuyo puede ser un gran cambio en la vida de una criatura desafortunada.