Con casi dos años, encontré al cachorro Mau en un cementerio. Estaba tan demacrado que parecía un esqueleto. Estaba deshidratado, fatigado y su respiración débil lo dejó indefenso al costado del camino.
Pasaron muchas otras personas, pero nadie se dio cuenta porque supusieron que el niño ya había fallecido.
Cuando Mau llamó mi atención, no pude evitar que las lágrimas asomaran a mis ojos. Sentí pena por su desafortunada circunstancia. Mau y yo salimos corriendo de ese horrible lugar. Debido a las vacaciones, todos los veterinarios estaban cerrados, así que tuve que llevar a Mau a casa. A pesar de mis mejores esfuerzos por alimentar a Mau, él no quería comer. Simplemente cayó al suelo y parecía derrotado. Mau y yo llegamos al hospital de animales a las 8 de la mañana.
El médico rápidamente lo mandó a hacer una resonancia magnética porque pensó que podría haber un problema en la columna. Me sorprendieron los resultados. Actualmente tenía dos heridas de bala, una en la parte delantera del pecho y otra en el centro de la columna.